jueves, 19 de junio del 2025

Retos virales y niños en peligro: la responsabilidad que no queremos asumir

Por : Juan Pablo Manjarres Varón

En los últimos días, el caso de Scarlett Selby, una niña de siete años que terminó en coma inducida tras intentar un reto viral, nos ha estremecido. La pequeña sufrió quemaduras graves al calentar un juguete antiestrés en el microondas. Pero este no es un caso aislado: es la consecuencia de un problema mayor que muchos adultos siguen ignorando. Mientras los niños exploran un mundo digital sin límites, ¿dónde están los padres?

Las redes sociales se han convertido en el nuevo patio de juegos de la infancia, pero este no tiene cercas, ni reglas claras, y, lo más preocupante, tampoco supervisión. La facilidad con la que los niños acceden a contenido riesgoso, sumada a la indiferencia de muchos adultos, ha convertido los retos virales en trampas mortales. El problema no es solo la tecnología, sino la falta de educación digital y el abandono silencioso de la crianza.

La reacción más común es culpar a las plataformas o a los creadores de contenido. Pero la pregunta clave es otra: ¿quién está educando a nuestros niños? ¿Quién les enseña a distinguir entre lo que es seguro y lo que los pone en peligro? Muchos padres prefieren delegar esta tarea a los dispositivos, creyendo ingenuamente que sus hijos aprenderán a cuidarse solos en un entorno que ni siquiera los adultos comprenden del todo.

Los casos se multiplican. Desde el “Superman Challenge”, donde adolescentes terminan con fracturas tras ser lanzados al aire, hasta el siniestro “48 horas desaparecido”, que incita a los menores a desaparecer sin aviso para medir cuánta preocupación generan. Estos retos no son bromas inofensivas; son síntomas de una generación que busca validación en la red porque no la encuentra en casa.

Sin embargo, el problema no es solo la exposición a estos desafíos, sino la falta de pensamiento crítico con la que los niños los enfrentan. Existen retos positivos, como el “Pañuelo Challenge”, que apoya a niños con cáncer, o el “Handwashing Challenge”, que promueve la higiene. La diferencia es la guía que reciben. Si un niño no aprende a discernir, cualquier tendencia en redes puede convertirse en una trampa.

La solución no está en prohibirles internet ni en demonizar la tecnología. La clave es educarlos para que usen las redes con criterio. Como docentes, padres y sociedad, debemos enseñarles a cuestionar, a decir “no” y a reconocer los peligros. ¿Hemos hablado con ellos sobre lo que ven en internet? ¿Les hemos dado herramientas para detectar riesgos? ¿O simplemente asumimos que sabrán protegerse por sí solos?

Supervisar no es espiar ni restringir sin razón. Es estar presente, conversar, establecer límites claros y, sobre todo, ser un ejemplo. Un niño que encuentra en su hogar un espacio de diálogo y seguridad, no buscará en internet la validación que le negamos en la vida real. Es hora de asumir nuestra responsabilidad. No podemos seguir lamentando tragedias que pudimos haber prevenido.

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