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Ser mamá o papá no es solo traer un niño al mundo. No es un simple título que se obtiene por biología, sino una responsabilidad inmensa que se construye día a día. Sin embargo, nuestra sociedad aún arrastra la idea equivocada de que criar es solo proveer techo y comida, olvidando que los niños necesitan algo mucho más importante: amor, respeto y guía.
He visto de cerca las consecuencias de una crianza sin afecto ni conciencia. En las aulas, recibimos niños llenos de dudas, miedos y heridas que no siempre se ven a simple vista. Llegan con historias de gritos, golpes y abandono emocional. Y lo peor es que, muchas veces, quienes deberían ser su protección terminan siendo su mayor amenaza.
Los titulares de noticias son escalofriantes: una madre quema a su hijo con agua caliente para ocultar las marcas de los golpes; otra golpea con una pala a su pequeño que solo hacía lo que todos los niños hacen: llorar. Y hay más, mucho más. Padres que justifican la violencia con la excusa de “así me criaron a mí” o “es por su bien”. Pero, ¿realmente creemos que un niño aprende con miedo? ¿Que el amor se construye con golpes y gritos?
El maltrato infantil no es disciplina. No es una “corrección”. Es una violación a los Derechos fundamentales de un niño. Y la ley es clara: en Colombia, la Constitución y tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño establecen que la protección de la infancia es una prioridad absoluta. Entonces, ¿por qué seguimos normalizando la violencia en el hogar?
El problema no es solo de leyes, sino de conciencia. No podemos seguir delegando la crianza a la escuela, esperando que los docentes “arreglen” lo que en casa no se ha hecho. Nosotros, acompañamos, guiamos y educamos, pero la primera escuela siempre será el hogar. Un niño que crece con amor y respeto será un adulto con valores sólidos; uno que crece con golpes aprenderá a temer, pero no a respetar.
Si realmente queremos una sociedad mejor, empecemos por casa. Ser papá o mamá no es sólo un rol biológico, es un compromiso de vida. Criar con amor no es consentir en exceso ni permitirlo todo, es enseñar con paciencia, con palabras firmes pero llenas de respeto. Si queremos niños felices y adultos responsables, primero debemos ser padres conscientes. ¡Eduquemos con el ejemplo y no con el miedo!