miércoles, 19 de febrero del 2025

La realidad de los niños y jóvenes en Colombia: la guerra que nos duele a todos

Todos los días me encuentro con niños y niñas llenos de sueños, de esperanza, de futuro. Pero hoy quiero hablar de una realidad que duele profundamente: el reclutamiento de menores en Colombia.

Imaginemos, por un momento, que vivimos en un lugar donde la escuela está a horas de distancia, donde no hay electricidad ni los servicios básicos que muchos damos por sentados. En ese lugar, los jóvenes ven en las armas una salida a su situación, porque no tienen otras opciones. Esto, tristemente, es una realidad para muchos de nuestros niños y adolescentes, especialmente en las zonas más alejadas y golpeadas por la violencia.

En los últimos años, el reclutamiento infantil en Colombia ha crecido a pasos alarmantes. En 2024, los casos aumentaron un 1.005% comparado con 2021, alcanzando los 409 casos. Pero lo más preocupante es que, según la Defensoría del Pueblo, este número podría ser aún mayor, ya que muchas familias temen denunciar. En solo enero de 2025, ya han muerto 9 niños y jóvenes involucrados en estos grupos armados.

Cuando escuchamos historias como la de Natalia, una joven guerrillera de 18 años que se unió a los grupos armados a los 16, es difícil imaginar cómo un futuro brillante puede parecer tan lejano para ellos. Para Natalia, estudiar es algo de “gente de ciudad”, algo que no puede imaginar en su vida. Esta realidad es el reflejo de un abandono estatal brutal, que deja a los jóvenes sin opciones, sin modelos a seguir, sin esperanzas de un futuro diferente.

El problema no es solo el reclutamiento forzado, sino también la falta de oportunidades. Estos niños y adolescentes, lejos de las ciudades y de la ayuda del Estado, crecen en comunidades donde las guerrillas y los grupos armados son, tristemente, las únicas figuras de autoridad. Sin acceso a una educación de calidad, sin proyectos de vida que los inspiren a soñar con un futuro mejor, la decisión de empuñar un fusil parece ser la única salida viable.

¿Qué podemos hacer, entonces, para cambiar esta realidad? Como sociedad, debemos cuestionarnos: ¿qué estamos haciendo por los niños de nuestras regiones más vulnerables? ¿Cómo podemos garantizar que ningún niño, niña o adolescente tenga que ver en la violencia una respuesta a su dolor o abandono?

Es necesario crear un sistema educativo inclusivo, que llegue a todos los rincones del país, y que ofrezca oportunidades reales de educación y empleo para los jóvenes. Necesitamos dejar de pensar que este problema es solo de las zonas más remotas y entender que es un desafío nacional. La violencia que sufren nuestros jóvenes es nuestra violencia.

Cada vez que un niño es reclutado, no solo estamos perdiendo una vida, sino también el futuro de toda una comunidad. Es hora de actuar, no con más leyes o castigos, sino con acciones reales que brindan educación, seguridad, oportunidades y, sobre todo, esperanza.

Es momento de que la sociedad, desde la escuela hasta el gobierno, entendemos que un niño que empuña un fusil es un niño que ha sido abandonado. La mejor forma de prevenir este reclutamiento es ofrecerles el camino contrario: el camino de la educación, de los sueños, de las oportunidades. Porque cuando un niño sueña, las armas se quedan atrás.

Tags:

Noticias relacionadas: